Después de sufrir el crimen de trata de personas, especialmente en caso de explotación sexual, las víctimas,  en un mecanismo inconsciente de autoprotección, tienden a disociarse de sus emociones y su percepción corporal. Comúnmente observamos  auto-agresión y comportamiento violento contra los demás. Por lo tanto, el enfoque general de nuestras actividades con las jovenes apunta a permitir el contacto con ellas mismas y la libertad de comunicar sentimientos. Entre las herramientas empleados, el contacto y la interacción con animales como perros, alpakas y caballos nos ha dado buenos resultados .

La trata de personas reduce a una persona a la condición de esclava/o, eso conlleva a la pérdida de la libertad personal y el sentido de autonomía. Nuestra granja, ubicada en un paisaje abierto cerca del lago Titicaca, ofrece una alternativa al albergue cerrado en el que residen las jovenes, una condición que, por otra parte, es requerida por razones de seguridad. Al mismo tiempo, dado que no somos parte del marco institucional del albergue, la relación con nosotros y los talleres que ofrecemos, permiten una mayor variedad de experiencias relacionadas a la autonomía personal.

Al caminar con las niñas con frecuencia nos llevamos sorpresas positivas: a pesar de las situaciones traumáticas que atravesaron, nos permiten ser testigos de sus muchos recursos personales. Las chicas muestran resiliencia, tienen múltiples intereses sobre los que luego podemos proponer procesos, están abiertas a nuevas formas de reflexionar sobre ellas mismas y comunicar sus descubrimientos. En nuestros talleres estamos atentos de combinar la diversión con la reflexión que profundiza el autoconocimiento.